Lees y te vas | | Alejandra Pedroza Marchena

10.2.15

No se recuerda, pero se siente

Por estas fechas se cumplen cuatro años de que nos subimos a un avión y llegamos a Grecia. Me gustaría tener bien grabado a qué sonaba el idioma en el metro, a qué olían las calles o a qué sabía el gyro del puesto de la esquina. Pero la memoria es ingrata. Recuerdo, apenas, que apretábamos el paso en el camino de regreso al hostal escondido entre prostíbulos; que en las noches salíamos en busca de cerveza barata y la encontrábamos en bares decorados -nunca supe por qué- con payasos pegados en la pared; que me regañaron unos soldados por imitar su saludo; que me regresé con un euro en la bolsa y tuve que pedir para subirme al camión. No me acuerdo, pues, del nombre de cada vestigio arquelógico que pise, cada escultura que toqué o cada documento de la esplendorosa civilización griega que vi.

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